Editorial por Vanesa López
Ayer al mediodía, la tranquila calle de San Juan al 2000 en la zona Oeste de la ciudad de Salta, tuvo su tarde de fama al convertirse en la vidriera de la corrupción policial y su vínculo con el narcotráfico.
La Policía Federal Argentina detuvo en esa cuadra la marcha de un Chrevrolet Corsa blanco con cuatro Policías de Salta, aparentemente integrantes de la Brigada de Narcotráfico. Si bien es confuso lo que se vio en esa cuadra durante un par de horas, porque no se trataba de una detención ordinaria ni una charla entre colegas, dejó traslucir una conexión clara entre quienes deberían combatir el trafico ilegal de drogas y su rol de participantes del negocio de la venta de drogas.
Al respecto, tanto el Jefe de Policía de Salta, Angel Silvestre, como el propio Gobernador Urtubey estaban al tanto de la detención de 8 policías de anti narcóticos, pero eligieron decirle a los salteños que estos siguen siendo «casos aislados». El Gobernador dijo al respecto: “me parece bien que la Policía se vaya depurando”; como si el accionar de la Policía Federal Argentina fuese parte de un sistema de control de la Policía de Salta, sin asumir que la Justicia se encuentra investigando los lazos de integrantes de la fuerza provincial con el narcotráfico.
Si tomamos en cuenta el caso dónde en Tartagal la Gendarmería Nacional se enfrentó a tiros con policías traficantes que transportaban la droga en un patrullero, y este nuevo caso dónde, a pesar de los intentos estatales de disimular su gravedad, policías de la propia Brigada de Narcotráfico eran los delincuentes, entonces, claramente, estamos ante un sistema contradictorio, dónde no queda claro quién nos cuida y quién delinque…