Por Mariano Arancibia para Radio Dinamo.
Siempre es bueno escuchar Jazz. Más aun cuando uno no suele tener la oportunidad de disfrutar en vivo de bandas de renombre nacional e internacional. Tal vez, esa sea una de las principales virtudes del Festival Salta Jazz, que ofrece una oferta en algunos casos gratis y en otros a un modesto precio, para un público mucho más amplio. Por esto el viernes 10 de noviembre decidimos cubrir una doble jornada.
Comenzamos temprano en El Teatrino, el Trío Torres -Bertini –Nocetti fue el encargado de abrir. Tocaron un set más bien corto, que en lugar de optar por un modo potente de romper el hielo, optaron por un estilo más relajado, con algunas sonoridades exóticas que obligaron al público a prestar atención para apreciar la propuesta. Fue la preparatoria para escuchar el plato fuerte de la noche.
Luego fue el turno de Christy Doran´s Sound Fountain. El trío suizo-argentino, liderado por Christy Doran, uno de los guitarristas más importantes del jazz y la vanguardia europea, junto al bajista argentino Franco Fontanarrosa y el baterísta Lukas Mantel, ofrecieron un show con influencias de rock, jazz y avant garde, con solos intensos y muchos momentos de improvisación que enganchó al público desde el primer minuto, quien acompañó con fuertes aplausos entre tema y tema. Los que estuvimos presentes quizás escuchamos lo mejor que trajo el festival en esta oportunidad. La verdad que no defraudaron.
Para rematar la noche, nos acercamos al Café del Tiempo, donde tocó Varsovia: una banda de jóvenes talentos salteños que llenaron el bar. Varsovia ofreció un repertorio de composiciones propias, un aspecto peculiar para el jazz local; en rigor, fue un set en clave jazzera con viajes melancolicos y algo de rock: la guitarra sonó en un tono limpio, si bien por momentos metió un overdrive, siempre mantuvo una distorsión suave y solo metió uno que otro efecto. El saxo, bastante agudo por cierto, equilibró las frecuencias de la banda que sonó ajustada con una bata y un bajo que aportaron lo justo que requería el momento, sin demasiadas pretensiones. De seguir así estos pibes darán mucho de qué hablar.
Respiramos jazz por un momento, en una ciudad agobiada por el folclore descartable y la cumbia. Y aunque fue inevitable despedirnos en el café con los músicos y la bohemia que se reunió (con unos mozos un poco ansiosos por cerrar la caja del negocio) el fuego de nuestros corazones quedó pidiendo más. Fue una jornada de fiesta de alto nivel.