jueves, noviembre 21, 2024
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    El off de Cosquín Rock 2023

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    Santa María de Punilla se transformó entre el 18 y 19 de febrero en el gran escenario de un acontecimiento cultural único. Una crónica sobre los alrededores que refleja la magia y la mística que trasciende lo estrictamente musical.

    Por Mariano Arancibia

    Es tal vez tan interesante como el festival en sí. El maravilloso mundo de la música no solo nos hace bailar, cantar y pensar sino también nos permite descubrir que hay otras formas de compartir.
    El rock ha sorteado y tratado de buscar su propio modo de ser en una sociedad que se entregó al prejuicio de un orden donde la permisividad es vista como un potencial peligro, pese a que en la movida rockera, afortunadamente, sobren muestras de todo lo contrario.

    Este temor no fue eficientemente inoculado y sorprende, positivamente en este tipo de eventos, como entre los que asisten y viven en el lugar se produce un mismo entorno que, desde luego, no es empañado por el consumo de alcohol, o alguna que otra sustancia prohibida. Se vive un armonioso caos en esos días que se desarrolla el festival más importante que tiene la música en Argentina y Sudamérica.

    Los campings o el otro lado de Cosquín

    Llegué a la terminal de Córdoba a las 9 de la mañana. Era un mundo de gente y la temperatura superaba los 30 grados. Después de esperar más de una hora en la terminal logré subir al colectivo- por cierto, la gente respetó el orden de llegada a la fila. Como era de esperar no fue un viaje común y corriente. Con un fuerte sol, el viaje arranco con gente parada y sentada en los pasillos. Así emprendimos viaje a destino.

    Desde muchos kilómetros antes, ya se percibía que llegar a Santa María no era sencillo. En la comuna de San Roque todo empezó a ralentizarse y quedamos horas empantanados en un caos del tránsito. Lo único que se podía ver eran vehículos que buscaban un atajo; estábamos en una situación que parecía no resolverse. Pese a esto, la mayoría mantenía la compostura y parecía no estar fastidiada, tolerando que- virtualmente- el paso del tiempo se había detenido.
    Más allá de las complejidades del tránsito y el cansancio, logré llegar tras largas horas; nada importaba con tal de estar ahí. Caminé a la vera del rio Cosquín. Todo allí era hermoso. Alrededor, la gente llevaba algo para tomar y la mayoría eran grupos de amigos. La gorra y el sombrero era indispensable para soportar el agobiante calor. Y una loca alegría se percibía: cervezas frescas ofrecían vendedores por todos lados: 3 birras por mil pesos, con tremendo calor era la inmejorable oferta que obligaba a detener la marcha y bajar un cambio para entrar en la parsimonia del momento.

    Luego de un largo tramo que incluyó cruzar al rio, encontré el lugar para acampar. Fue un alivio: al borde de la insolación, cansado, con poca energía, sobre todo exhausto, alcanzar un lugar para quedarse fue todo. Armé la carpa triunfante y tras matar el tiempo, me predispuse a conocer a los dueños del rancho de Ricardo.

    Camping Granja Aires de Montaña
    Camping Granja Aires de Montaña

    Primero intercambié palabras con Alicia y me di cuenta que le agradaba hablar. Su pareja, luego, se sumó a la mesa. El sol era imponente afuera, pero estábamos en el bufet de la granja que nos resguardaba de los rayos solares que se hacían sentir fuertemente pasadas las 16 hs.

    “De los años que se hacen festivales de rock acá, nunca tuve un problema con nadie”, aseguró Ricardo, un granjero que hace 30 años atrás eligió pasar su vida en medio del campo del oeste de Córdoba junto a sus animales.
    Cuenta que nació “en un rancho de paja y barro” y que tanto su casa como todas las instalaciones de su granja fueron hechas por sus manos. “Llegué a este lugar en el año 76 como turista y me terminé quedando. El proyecto de la granja viene desde hace años. Cuando conocí a mi mujer actual, que me apoyó para concretarlo de a poco”.

    Es difícil calcular la cantidad de gente que se aloja en los campings que hay en los alrededores, pero en ese mismo momento había simultáneamente decenas de miles de personas haciendo la previa.

    Al referirse a la movida a la movida, Alicia señaló que “la gente del rock está en su mundo, no molesta a nadie. Siempre hay oportunistas, pero no son los fanáticos del rock que viene a escuchar las bandas”. La conversación se prolongó por casi dos horas, donde me contaron su historia como pareja y sus impresiones.

    Ricardo y Alicia, dueños de Granja Aires de Montaña
    Ricardo y Alicia, dueños de Granja Aires de Montaña

    Lo único negativo que ambos coincidieron en resaltar el congestionamiento que se produce en el pueblo. “Hay una sola ruta y hay partes de la ruta que no entran dos autos, el tránsito se congestiona y perjudica a todos: a los que vienen a visitar, a los que viven acá y a los que trabajamos”, comentó mientras se escuchaba que comenzaban a sonar unos acordes de Estelares que arrancaba en el escenario Montaña.

    Y lo que quiero es que pises sin el suelo…

    Sobrevolando las 21:30 hs, LP, estaba parada al medio del escenario, vestida toda de blanco y saco negro. La acompaña una banda ordenada tal como indican los manuales de la vieja escuela: batería, bajo, teclados y guitarra. Todos se agitaban y la tenía a unos pocos metros. Algunos con cervezas en sus manos y otros con el celular grabando no lo podían creer. La cantante estodounidense, corría de un lado a otro. Y la excitación lógica crecía. Yo tampoco creía lo afortunado que era.
    Ya habían pasado por el mismo escenario, la fiesta de la Delio Valdez, que al atardecer hicieron a todos bailar y Usted Señalemelo que convocó a mucha gente, con mucho estilo y mucha onda. También había pasado el agobiante calor y hacia un poco de frio en la larguísima jornada. Terminó LP y simultáneamente pasa mucho y muy bueno alrededor. Eso te obliga a ir rápido de un escenario a otro y te queda la sensación que después de escuchar unos temas conviene ir a ver qué pasa. Por ejemplo, alcanzo a escuchar unos temas de Skay después de cruzarme a una multitud. Luego voy al escenario de Catupecu Machu, ya con las piernas destruidas. El show es brillante. Y parafraseando su canción no piso sin el suelo sino sin piernas. La ultima caminata que soportan la hago hasta Divididos. La cosa va llegando a su fin, por lo menos para mí. Admito que me perderé el cierre con Juanse pero ¿Qué importa con todo lo que escuché y viví? Con tal es tan importante, la naturaleza, el compartir con otros, como las bandas, pienso.

    Afuera el paisaje está marcado por innumerables puestos de remeras y comidas. Y una impresionante cantidad de personas que siguen de caravana. El aroma a carne asada se siente por todos lados y me abre el apetito, pero prefiero emprender la vuelta lo más rápido posible a la granja donde sé que me espera comida y un trato amable. Así finaliza mi indómita noche en Córdoba.

     

     

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