El contexto nos encuentra con una clase política que se muestra inmadura, incapaz razonar para establecer diálogos y vínculos que permitan acciones conducentes a un pacto que refleje esa unión necesaria para garantizar la gobernabilidad, prevenir descalabros económicos y, sobre todo, mantener la paz social.
Diez días han pasado desde las elecciones primarias, un lapso marcado por un vendaval político que ha sacudido a nuestra sociedad y la ha llevado a cuestionarse el salto que implica respaldar en las elecciones generales lo que ya se manifestó en las primarias del 13 de agosto último.
Argentina se encuentra viviendo tiempos decisivos, tiempos en los cuales la Nación Argentina se halla ante un crucial cruce de caminos. En las urnas, los ciudadanos tendrán en sus manos el poder de determinar el rumbo que nuestro país tomará durante los próximos cuatro años.
Y aquí surge la pregunta que parece flotar en el aire: ¿estamos dispuestos como sociedad a tomar ese salto, a encaminarnos hacia un cambio que incluso plantea la desaparición de lo que conocemos como Estado?
La respuesta a esta interrogante se mantiene en suspenso, sin una conclusión definitiva.
Clase dirigente extraviada
El contexto nos encuentra con una clase política que se muestra inmadura, incapaz razonar para establecer diálogos y vínculos que permitan acciones conducentes a un pacto que refleje esa unión necesaria para garantizar la gobernabilidad, prevenir descalabros económicos y, sobre todo, mantener la paz social.
En cambio, permanece atrapada en una lógica discursiva de la dicotomía (la grieta), enfrascada en guerras verbales y posturas supuestamente irreconciliables. Atrapados en sus viejas fórmulas, la clase política tradicional, se ha vuelto incapaz de poder siquiera esbozar lo que a gritos necesita la República en estos momentos, evitar infortunios y mantener el acuerdo social.
El ciudadano común
En este contexto, surge una interrogante crucial: ¿cuál debe ser el papel del ciudadano en medio de esta coyuntura? ¿Cómo debe actuar el ciudadano común cuando la clase dirigente tradicional parece incapaz de reaccionar?
Es fundamental que nosotros, los ciudadanos, nos detengamos a considerar nuestro compromiso institucional en esta situación, pero a su vez reconocer el alcance limitado de nuestras acciones particulares, por lo que sería recomendable poner paños fríos al asunto y evitar caer en la angustia o la afección personal ya que en poco contribuye a la situación.
Nos encontramos en una encrucijada donde la capacidad de estos líderes para girar el timón y guiar al país en una dirección que beneficie a todos está siendo evaluada. Entonces, más que nunca debemos demandar de nuestros líderes gobernabilidad, estabilidad y paz social, lo que muchas veces requiere un enfoque más cooperativo y una visión que priorice el bienestar de la nación por encima de intereses partidistas, aunque eso implique aceptar que en el fondo y en a superficie, no son tan distintos.
