lunes, septiembre 16, 2024
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    El gobernador Sáenz en el dilema de ser mileisista y no recibir nada a cambio

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    El dilema para Sáenz es claro: continuar siendo fiel a un gobierno nacional que no le retribuye, o buscar un nuevo camino que le permita mantener a flote las finanzas provinciales y su propia carrera política.

     

    Gustavo Sáenz ha demostrado, a lo largo de su carrera política, una habilidad singular: la capacidad de mimetizarse con la gestión de turno en la Casa Rosada. Desde sus tiempos como intendente de la capital salteña, ha sabido ajustar su discurso y sus acciones al viento político que sopla desde Buenos Aires. Esta estrategia, que en otras circunstancias podría haberle garantizado recursos y apoyos sustanciales, parece ahora haberse convertido en su mayor debilidad.

    El ascenso de Javier Milei al poder nacional ha alterado profundamente las reglas del juego. Milei, con su política de ajuste fiscal y su enfoque liberal extremo, ha decidido cortar el flujo de fondos hacia las provincias. Esta decisión ha puesto en jaque a aquellos gobernadores que, como Sáenz, basaron su estrategia de gestión en un alineamiento automático con el poder central. La realidad es que la tan cacareada “conexión” con la Casa Rosada ha dejado de ser garantía de estabilidad financiera para Salta.

    El problema para Sáenz no es menor. El ajuste draconiano impuesto por el gobierno de Milei no solo amenaza con desfinanciar proyectos esenciales para el desarrollo de la provincia, sino que también socava la base política sobre la cual el gobernador ha construido su mandato. La falta de recursos debilita su capacidad de gestión y lo coloca en una posición vulnerable frente a la oposición y a los propios sectores del oficialismo local que comienzan a cuestionar su liderazgo.

    El dilema para Sáenz es claro: continuar siendo fiel a un gobierno nacional que no le retribuye, o buscar un nuevo camino que le permita mantener a flote las finanzas provinciales y su propia carrera política. En una Argentina donde las lealtades políticas se compran con fondos y obras, Sáenz corre el riesgo de quedar en la incómoda posición de ser el “mileisista leal” que no recibe nada a cambio.

    Este escenario obliga a una reflexión urgente sobre la necesidad de una estrategia más independiente y adaptada a las realidades locales. Si bien la adaptación a la gestión nacional puede haber sido efectiva en el pasado, los tiempos han cambiado, y con ellos, las necesidades de la provincia. Sáenz enfrenta ahora el desafío de redefinir su estrategia o arriesgarse a que Salta pague un precio muy alto por su lealtad a un proyecto nacional que no está dispuesto a invertir en su provincia.

    La conclusión es inevitable: Sáenz deberá encontrar soluciones creativas y dejar de depender exclusivamente de la relación con el poder central. Para evitar que su gestión sea recordada como la de un gobernador que dejó a Salta sin perspectiva, necesitará confiar más en su equipo local e incluso en aquellos sectores, personas y medios con quienes hoy no mantiene la mejor relación. Solo así podrá enfrentar este desafío y asegurar un futuro más estable para la provincia.

     

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