Cada número cuenta una historia, pero detrás de cada cifra de la estadística vial en Salta hay una vida truncada, una familia devastada y una sociedad que, a fuerza de repetición, parece volverse insensible al drama cotidiano que ocurre en nuestras rutas y calles.
Este fin de semana, la Policía de Salta controló más de 8.900 vehículos en operativos realizados en distintos puntos de la provincia. De ese total, más de 900 conductores fueron sancionados por violar la Ley Nacional de Tránsito, y 97 de ellos dieron positivo bajo la Ley de Tolerancia Cero. ¿Qué nos dicen estos números? Que el comportamiento irresponsable al volante sigue siendo una constante preocupante.
Pero lo más alarmante no es la cantidad de actas labradas, sino las vidas perdidas. Solo en estos días, dos personas murieron en siniestros viales. Una de las víctimas fue un joven de 28 años atropellado mientras cruzaba la calzada en la ruta provincial 26. Una muerte evitable. Una más que se suma a una lista que ya alcanza los 76 fallecidos en lo que va del año en nuestra provincia.
¿Hasta cuándo vamos a naturalizar la violencia vial?
No alcanza con operativos y multas si no hay un cambio profundo en la conciencia social. Mientras se mantenga esta cultura de impunidad detrás del volante, mientras se siga viendo al alcohol como un “acompañante inofensivo” de la conducción, mientras se ignore que el respeto por las normas salva vidas, el resultado será el mismo: dolor, luto y estadísticas que no dejan de crecer.
Este editorial no es solo una denuncia: es un llamado; A las autoridades, para que profundicen políticas integrales de prevención y educación vial, a los conductores, para que comprendan que manejar no es un derecho automático, sino una responsabilidad que se ejerce con prudencia. Y a la sociedad toda, para que dejemos de mirar para otro lado.
Porque cada vida que se pierde en el asfalto no es solo una tragedia individual: es un fracaso colectivo.